
“Otra cosa me ha encantado mucho y son las bicicletas (no sé cómo se escribe). ¡Qué delicia ver esas gentes resbalando en esas ruedas, con esa suavidad, esa delicadeza, esa rapidez y esa gracia! No puedo menos de sentir como cierta envidiecita cuando veo un tipito de éstos rodando por esas calles y paseos. ¡Quién tuviera diez años menos y no tanta gordura para aprender a montar en esas ruedas! Ver por las tardes y las mañanas las ringleras de dieciséis o veinte, es cosa que trastorna; y verlos hacer esas curvas tan veloces y tan elegantes para no tropezar con carruajes y transeúntes. ¡Luis me parece que no resistiría a tantas seducciones”.
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