El siguiente texto llegó a mi correo electrónico hace un par de días y por eso quiero compartirlo con ustedes. Espero sus opiniones:
El Distrito Capital de Bogotá vive una época de reforma en su estructura administrativa, la cual propone un nuevo mapa de la cultura para la ciudad. Y todos los que hemos estado trabajando en este frente nos preguntamos: ¿La recientemente creada Secretaria de Cultura, Recreación y Deporte podrá darle continuidad y desarrollo a lo que se ha construido en tantos años de historia?
Durante el pasado año 2006 el Instituto Distrital de Cultura y Turismo cumplió 28 años en la escena bogotana de la cultura y finalizó también su vida institucional, gracias a la reforma administrativa del actual gobierno. Surgido durante una época de profundos cambios en las expresiones no solo de los diversos campos del arte sino de la cultura política y ciudadana, durante toda su existencia pugnó por concretar unas políticas públicas en cultura que trascendieran programas y planes de gobierno, para instalarse en el alma de la ciudadanía de la capital. Este gran esfuerzo caracterizado por la presencia permanente de los diversos sectores culturales de muchas tendencias, corrientes y géneros, produjo unos resultados que son evidentes para todos aquellos que de una u otra forma se han acercado al tema cultural en Bogotá y que definieron el rumbo de la política cultural, al menos durante los últimos 12 años. Ser designados en el año 2007 como Capital Iberoamericana de la Cultura, Capital Mundial del Libro, ganadora del León de Oro en Venecia, son parte de este reconocimiento, pero muchos otros también nos han enorgullecido; recordemos solamente como ejemplo que en 1999 Bogotá fue declarada la Plaza Mayor de la Cultura.
Volviendo al momento actual, los resultados de la acción cultural podrían resumirse en tres ejes fundamentales de política cultural:
Democratización de la oferta de recursos públicos para la cultura, mediante convocatorias públicas para que artistas independientes y organizados de la ciudad pudieran aspirar a premios, becas, estímulos o apoyos. La participación de la comunidad artística en estos programas siempre fue creciente y permitió que muchas expresiones creativas de diversas artes no quedaran en el anonimato. Para ejemplificar esto solo hay que leer algunos datos del crecimiento en la inscripción de los artistas bogotanos a las convocatorias: en el año 1999 fueron 200 aproximadamente y en el 2006 se acercaron a 800 propuestas. Fueron muchos los escritores, poetas, músicos, bailarines, gente del teatro, cineastas, fotógrafos, quienes se vieron beneficiados por esta política. Y en muchos casos también fue la oportunidad para que algunos de ellos se proyectaran en otros escenarios de circulación.
Democratización de la demanda pública por arte y cultura, mediante la creación de programas artísticos y culturales con posibilidad de acceso masivo y gratuito. Entre estos se pueden mencionar algunos. El Festival Rock al Parque, que ha llegado a ser considerado como el festival de rock gratuito y al aire libre más importante de América Latina. Jazz al Parque, surgido casi en la misma época, también llegaría este año a su decimosegunda versión. Ópera al Parque, brindó la posibilidad de acceso masivo a un género anteriormente considerado como de elite. Y nos haríamos interminables enumerando todos los demás. Pero también los festivales al aire libre de danza, cine y teatro, las Salas Concertadas, los ciclos de exposiciones de artes plásticas, los conciertos permanentes de música y danza en el Planetario Distrital, el Teatro al Aire Libre La Media Torta — primer escenario de cultura popular del país— y el Teatro Municipal Jorge Eliécer Gaitán, la promoción del libro y la lectura en parques, los ciclos de cine en la Cinemateca Distrital, Cultura en Común, Tejedores de Sociedad, sin mencionar las múltiples gestiones de todas las áreas para vincular esta programación con la red de escenarios públicos y privados de la ciudad. A través de esta oferta cultural, los ciudadanos tuvieron la oportunidad de apreciar de manera gratuita y en condiciones óptimas de producción técnica y logística para nuestro medio a una gran cantidad de importantes artistas nacionales e internacionales de todos los géneros, a los que de otra manera no habrían tenido acceso. Solo para mencionar algunos: Manu Chau de Francia; Richie Ray y Bobbie Cruz, pioneros de la salsa; Robi Draco Rosa; Gal Costa; los carnavales de Oruro de Bolivia; Libertango de Argentina; los mejores escritores del mundo que en el año 2000 vinieron al Encuentro Mundial de Escritores. Además, los colombianos exitosos en el exterior como Valeriano Lanchas en ópera, Aterciopelados en rock-pop, Héctor Martignon y Justo Almario en jazz, Jorge Velosa, Petrona Martínez, Bahía, y muchos más que harían interminable la lista. Esta programación ha contribuido de manera significativa a la Bogotá cultural de hoy.
Organización para la Participación, buscando que los mismos trabajadores de la cultura se convirtieran en protagonistas de su propio desarrollo sectorial, para lo cual se constituyó el Sistema Distrital de Cultura hace 12 años, propiciando que los artistas, que se han vinculado al mismo, vislumbren una posibilidad de tener una voz y una imagen en el espectro de la cultura. La posibilidad de elegir y ser elegido para representar una forma de ver el mundo a través de prácticas de participación político-cultural, le ha dado visibilidad al sector cultural, lo cual es evidente en las localidades, en las prácticas artísticas, en los grupos poblacionales y en el crecimiento de muchas organizaciones del sector. Esta metodología de participación además está sustentada en la Ley General de Cultura, que dio las pautas para la creación del Sistema Nacional de Cultura que hoy en día sigue en construcción y son mapa de navegación y guía para la gestión en cultura, sin mencionar que la modernización y fortalecimiento del Sistema Distrital de Cultura es una de las metas del actual Plan de Desarrollo “Bogotá Sin Indiferencia”.
La respuesta recibida por parte de la administración al interrogante planteado en el primer párrafo de este escrito hasta ahora es afirmativa. Sin embargo, pasados ya más de dos meses del advenimiento del nuevo ente distrital y la desaparición del anterior, prácticamente ninguna acción se ha concretado. Las oficinas que desde el IDCT se constituían en puntos de contacto con el sector, están desmanteladas o han desparecido. Los presupuestos de inversión para el año 2007 son confusos y en algunos casos desconocidos. El sector cultural, pese a la importancia que en el discurso se le da al proceso de participación, ha sido invitado de piedra a las discusiones conducentes a la construcción de la nueva realidad administrativa del sector cultura en la ciudad. Y como estas, otras tantas situaciones se dan, contrastando con la idea de modernización que propone la reforma.
Se destaca que aunque la administración le informa al sector que las actividades de literatura, artes plásticas y artes escénicas serán adelantadas por la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, y las de música y danza por la Orquesta Filarmónica de Bogotá, para estas entidades aún es extraño el tema y, por otra parte, desarrollan normalmente sus actividades tal y como lo hacían antes de la reforma, dando la sensación general que nada pasa.
No es fácilmente comprensible que una reforma haga desaparecer una entidad estructurada y prestigiosa como lo era el IDCT para atomizar sus acciones en otras entidades con objetivos, misiones y visiones diferentes. ¿O acaso no eran ciertos los resultados de las encuestas ciudadanas de los últimos años que siempre ubicaban al IDCT entre las tres entidades con mayor reconocimiento entre la ciudadanía?
En síntesis, lo que demanda el sector cultural en este momento son acciones concretas y garantías para que lo que se ha construido no desaparezca con la reforma. Es la misma administración la que ha propuesto desde sus inicios el 1º de enero de 2004 que había que “construir sobre lo construido”. Son el mismo acuerdo del Concejo de Bogotá que da vida a la reforma y el decreto que crea la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, los que en cada párrafo reivindican la participación como un elemento fundamental para la creación de políticas. Y es la misma discusión que propone el sector cultural en su conjunto, la que pone en evidencia la necesidad de ejercer los derechos culturales consagrados en la constitución política del 91.
El llamado es entonces a la coherencia entre acciones y discursos, desarrollando actividades concretas y efectivas en beneficio de la cultura en la ciudad. En este momento, los sectores artísticos y culturales de Bogotá, estamos dispuestos a trabajar de una manera co-responsable con la administración. Pero de no darse esta coherencia, los trabajadores de la cultura estaremos también levantando nuestras voces para que la ciudad sepa que el movimiento cultural está vivo, activo y creciendo. El mantenerse como espectadores pasivos no favorece los procesos construidos y tampoco contribuye a la consolidación del discurso cultural que para muchos es la vida misma y su sentido.
¿Los trabajadores de la cultura que durante casi tres décadas nos hemos comprometido con la ciudad desde la sociedad civil o desde el establecimiento, seremos capaces de crear una nueva realidad cultural en Bogotá? Es el momento de construir, de manera concertada, una respuesta.
SECTOR MUSICAL DE BOGOTÁ
Bogotá, Marzo de 2007
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